Parece de pronto que la consciencia de una parte de los mexicanos, se ha alertado y alcanzado dosis impresionantes de lucidez. La incredulidad es la pose más respetada y adecuada. El sujeto que cree, es un iluso y facilote.
Ya no importan, datos, estadísticas, posturas y hechos internacionales, todo es mentira y parte de una conspiración. La creencia de la no creencia se instaurado. La paradoja que surja de esto, igual está de no creerse. Toda creencia sobre terreno pantanoso, coqueteando con la cerrazón.
Ya no importan, datos, estadísticas, posturas y hechos internacionales, todo es mentira y parte de una conspiración. La creencia de la no creencia se instaurado. La paradoja que surja de esto, igual está de no creerse. Toda creencia sobre terreno pantanoso, coqueteando con la cerrazón.
Carl Sagan hablaba de un escepticismo necesario. En el que se dudara razonablemente de la información a comprobar, para luego sacar una conclusión sintetizada (apelando incluso al método científico). Pero a simple vista se ve que, el escepticismo popular, no toma en cuenta tesis, es más la anula y se va directo a la antitésis por posibles cuestiones snobs. Se tiene una nueva creencia sobre no creer, pero que, no ha será cuestionada con rigor.
Ese algo en qué creer o no creer, en el caso de la alerta sanitaria, es algo que afecta directamente al sujeto, afecta su libertad, su posibilidad de ser o no obediente a indicaciones del estado. Tiene la opción de ser rebelde, aunque sea así, de un modo tan pasivo. Su necesidad contestataria queda más o menos resuelta. Le dijeron que se cuidara de un virus, y no hizo caso. Además al negar su existencia se potencia su poder subversivo. Al cabo que ni se ve. Somos insurrectos sofisticados.
Me recuerda a una tribu africana que no hervía su agua, porque no miraban a simple vista a las bacterias y por lo tanto no creía en ellas y la necesidad de hervir. Así nosotros de pronto emulamos a Santo Tomás y confiamos en nuestros sentidos ciegamente. No vemos, no palpamos. Necesitamos de pruebas más fehacientes. Además, quienes nos ofrecen la información son sujetos poco creíbles, son sujetos del gobierno. Son más románticas las teorías de la conspiración, más sabrosas, y además nos dan esa postura rebelde que tanto gusta. Pinche gobierno a tomar tu epidemia por la cola. Entre más tiempo pasa más se reafirma, todo es falso, todo lo oficial.
Esa postura de cuestionamiento y crítica, al parecer es temporal o selectiva, no aplica a cuestiones de religión, de manejo de la política económica, y parece hasta el momento, en épocas de elecciones.
Sería interesante pensar, que la idea del infierno nos la ofrecen como cortina de humo, ante alguna situación de mayor peso religioso. Podrían encontrarse los resquicios necesarios. Chin, ya lo encontré, la situación de mayor peso es que, todo es fantasía y coerción para mantener el poder católico. Ni modo. Es más ya hasta un sujeto escribió hasta un libro sobre eso, creo, es un bodrio llamado el Código Da Vinci.
Al pensar que existen conspiraciones que nos pueden manipular, proyectamos nuestra facilidad a la manipulación.
Lo absurdo, es que al final de cualquier postura, por más que se luche por establecer una definitoria. Queda un rescoldo en forma de “y qué si es verdad lo otro”.Total, al final, te pregunto a ti, dueño de esa supuesta verdad, tú que conoces los pormenores de las conspiraciones. Una vez que yo crea tu versión… luego qué. Dime qué se puede hacer, qué propones una vez que me has alertado, qué sigue.
Yo también estoy llegando a creer, que todo esto de la alerta sanitaria es para que no me den mis papeles en la escuela.
2 comentarios:
Escribo esto con el cubrebocas de bufanda, no obstante su uso sea "obligatorio en estas instalaciones".
Pero deja que al rato nos salgan que por confiadotes hay un nuevo brote aun mas agresivo, entonces estare chillando por un cubrebocas que salve mi vida.
Y si tienes razón, yo no conozco a NADIE que le haya dado, ni a NADIE que conozca a alguien que le haya dado, asi es que "hasta no ver no creer".
Hoy en el 2020, la historia se volvió más cruenta. La cuestión es que las personas que no están de acuerdo a la cuarentena, hacen su vida normal, no creen, predican que nadie se cuide, son portadores, posiblemente nunca se den cuenta, contagian, lo nieguen, tengan paz mental, se sientan rebeldes del sistema, nieguen la evidencia, y se sigan incrementando los casos, los indicadores, se siga teniendo un sistema de salud insuficiente, y se determine seguir con la cuarentena. Mientras la economía se merma, y luego surjan más inconformes por el daño económico, y sigue el ciclo. Sigamos pues, sin compasión, solidaridad, empatía, pensamiento sistémico, con nuestras paranoias, nuestros resentimientos sociales, nuestra supuesta lucidez, justificando nuestros actos a niveles cada vez más sofisticados, aún de la evidencia. Aún de los muertos que días antes no creían o pensaban en no cuidarse, yo conozco algunos casos lamentablemente. ¿Ponemos en su epitafio estas afirmaciones? ¿Murió pensando en que podría morir de otra cosa? ¿Le digo a sus familiares estos datos para que se consuelen y digan, "ah, está bien murió de otra cosa"? ¿Cuando desgraciadamente tenían todos los síntomas y murió porque le tocaba morir, porque era parte de una minoría destinada a morir, para que los demás sigan su vida afirmando y negando peligros? Una muerte correcta desde la estadística, producto de una ruleta rusa.
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